El camino hacia la digitalización es un hecho que comprobamos día a día. Los hábitos de consumo cambian de forma irreversible hacia la compra online, por lo que la gestión de la cadena de suministro es fundamental para la supervivencia de las empresas.

No estamos hablando de crecer en ventas o maximizar el margen, se trata de supervivencia pura y dura. La empresa que no evolucione se quedará por el camino, o dicho de otra forma, si no lo haces tú lo hará otro.

El efecto Darwin recaerá sobre las empresas que no evolucionen hacia el entorno digital.

Cuando pensamos en la cadena de suministro, nos viene a la mente la logística, los inventarios de almacén… Sin embargo, la cadena de suministro abarca mucho más y esto que nos viene a la cabeza no es más que la parte operativa de la cadena.

El fin de la cadena de suministro es conseguir el producto correcto, al cliente correcto, en el momento idóneo, en el lugar adecuado, en la cantidad correcta y a un precio correcto. Ahí es nada…

Si a esto le añadimos el entorno digital, la cuestión se complica. En la mayoría de las empresas la tienda física ha dejado de ser el único canal de venta para imponerse la omnicanalidad porque el cliente final, el consumidor, ha pasado a convertirse en el centro sobre el que gira todo.

En definitiva, nos movemos hacia un entorno digital donde el cliente es el rey y demanda los productos o servicios en cualquier momento y en un punto de entrega concreto, casi siempre el propio domicilio.

Ante las nuevas condiciones que se están produciendo en el mercado, surgen interrogantes acerca del enfoque que se debe dar a cada uno de los puntos que conforman la cadena de suministro. Vamos a enumerarlos.

  • Cliente. ¿Quién es nuestro cliente? Día a día tenemos más datos para saber quién es nuestro cliente, qué edad tiene, cuál es su sexo… La digitalización conlleva disponer de más datos, datos que es preciso convertir en información para que de verdad nos resulten útiles. La digitalización en el campo de los clientes supone la hipersegmentación.
  • Producto. Analizar qué demanda nuestro cliente. El cliente percibe la innovación por la empresa que antes lleva el producto al mercado con éxito. ¿Qué quiere decir esto? Que la primera empresa que llegue al mercado es la que se posiciona en la mente del consumidor.
  • Momento. Saber cuál es el momento oportuno de venta es siempre un punto crítico. Más aún, puede convertirse en una odisea en el caso de empresas cuyo producto o servicio se vende en un momento indefinido. Imaginemos que nuestro producto es la ropa de abrigo. Es difícil conocer con certeza cuándo llegará el frío, pero cada semana que pasa sin que el producto esté disponible es una semana de ventas perdidas que ya no se recuperará.
  • Lugar. Si contamos con varios puntos de venta/canales, ¿dónde se va a dar la venta? ¿En qué proporción?
  • Cantidad. Establecer este input no solo significa acertar en la cantidad global de compra, también hay que especificar la cantidad por punto de venta. Una distribución descompensada supone pérdida de margen.
  • Precio. No solo hay que estudiar el catálogo de artículos y la estructura de precios. Determinar este punto básico de la cadena de suministro requiere definir los precios dinámicos y los precios segmentados. Es decir, ajustar los precios a la demanda prevista con el fin de maximizar el margen/venta.

Ahora que conoces el desarrollo que entraña la cadena de suministro, ¿Qué perfil dentro de cualquier compañía puede englobar toda esta visión?

Sin duda, el Controller, porque es el eje sobre el que se mueven todas estas vertientes. ¿Estás preparado?

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