Se impone el conocimiento en las organizaciones. Y es que la rapidez con la que se producen los cambios socioeconómicos y el peso de la tecnología nos empujan hacia una economía basada en el conocimiento. Hoy, las empresas están vinculando las inversiones a innovación y generación de conocimiento, configurando sus estructuras con elementos inmateriales que obligan a usar un modelo que permita una gestión a efectos de simulación estratégica.

Este conocimiento se identifica como capital intelectual. Existen diversas corrientes de estudio que establecen sus propias definiciones de este concepto y plantean diferentes herramientas y modelos de análisis. Su punto en común es que todas entienden que hay unos estados financieros oficiales tradicionales que, en muchos casos, no explican la diferencia entre la valoración histórica de la empresa y su valor real actual de proyección futura o de potencial de crecimiento que el mercado le asigna.

Valorar la información no financiera

Esta información no financiera es complementaria e intenta medir el valor del conocimiento en sus distintos ámbitos: el personal, el organizativo y su know how, el reconocimiento del mercado a través de sus outputs o la satisfacción de una cartera de clientes, entre otros. Algunas compañías ya empiezan a informar sobre ellos en memorias de Responsabilidad Social Corporativa y el Estado de Información no financiera, que aclaran puntos relacionados con la actividad, organización y estructura de la empresa, así como sus objetivos de carácter medioambiental, relaciones externas y recursos humanos.

La inversión en activos tangibles por sí sola no garantiza a las entidades una posición competitiva en los mercados, puesto que, en general, estos activos son accesibles a todas las empresas. Sin embargo, los activos intangibles son difíciles de imitar, constituyen uno de los mayores generadores de valor y de ventaja competitiva, por lo que cada vez se gestionan y se incrementan más las inversiones en este campo.

Qué se entiende por capital intelectual

Hay una diversidad de criterios y definiciones, pero se podría definir como los activos y recursos inmateriales o intangibles sin apariencia física, no reflejados en los estados financieros tradicionales, que se utilizan en la producción o suministro de bienes o servicios. Son generadores actuales y futuros de valor y permiten obtener con el tiempo una ventaja competitiva sostenible. Algunos ejemplos serían:

  • El conocimiento, experiencia y talento del personal.

  • La innovación de nuevos productos, herramientas, procedimientos y diseños.

  • Las capacidades tecnológicas.

  • Las relaciones externas con stakeholders, influencia en el mercado, reconocimiento de la sociedad.

  • La capacidad de la empresa para aprender y adaptarse al entorno.

  • La estructura y procesos internos.

Componentes del capital intelectual

Cada modelo establece sus dimensiones pero, en general, se pueden distinguir tres componentes del capital intelectual.

Capital humano

Las organizaciones son básicamente el elemento humano que las sostiene, con sus competencias, actitudes y conocimientos. Es el origen para la creación de los activos inmateriales, que permiten incrementar la productividad contribuyendo a generar valor especialmente en las empresas que son intensivas en conocimiento, innovación y renovación estratégica.

El capital humano es lo que cada miembro de la organización aporta a esta y que se pierde cuando la abandona. Es un activo individual e intransferible, por lo tanto, la empresa debe esforzarse en atraer y retener el talento, mediante un sistema de incentivos y política de contratación que posibilite tener una fuerza sólida de recursos humanos para su futuro.

Es importante aprovechar su formación, habilidades y experiencia, convirtiéndolas en conocimiento útil para los procesos claves, lo cual permitirá a la empresa desarrollar ventaja competitiva para generar rentabilidad, así como la transformación del conocimiento en la generación de capital intelectual.

Capital organizacional o estructural

Se refiere al conocimiento interno que permanece en la organización cuando los empleados cesan en ella. Forma parte de su estructura, sus procesos o su cultura. Ejemplos de este capital son los procesos internos, sistemas de información, estructuras y bases de datos. Se clasifica en:

  • Capital de los procesos internos.

  • Capital comercial.

  • Capital comunicacional.

  • Capital de investigación, desarrollo e innovación.

Capital relacional

Se refiere al valor procedente de las relaciones externas de la organización con sus clientes, proveedores y acuerdos con otras entidades.

Algunos ejemplos serían:

Fuente: Elaboración propia a partir del modelo de López Ruiz y Nevado Peña.

Cómo medir el capital intelectual

En los modelos de medición del capital intelectual se utilizan tres enfoques: la visión financiera-administrativa, un enfoque estratégico-corporativo y una perspectiva social-evolutiva.

En la mayoría de los modelos de medición se busca primero identificarlo, para después cuantificarlo. Se diferencian unos modelos básicos que tienen como finalidad la medición y el diagnóstico para tomar decisiones de gestión como son Skandia, Nova o Technology Broker, y otros modelos relacionados, que no son totalmente de medición sino también de dirección estratégica: Cuadro de Mando Integral, Modelo de Roos… Otros tienen su origen de partida en la diferencia entre el resultado registrado en libros y el valor real de mercado, identificando y midiendo los elementos que integran esas diferencias.

Se señalan a continuación algunos de los más conocidos:

Fuente: Elaboración propia.

Para analizar la evolución de la actividad empresarial, aparte de los indicadores financieros y económicos, se deben establecer indicadores del capital intelectual para satisfacer las necesidades de información. El conjunto de ellos tienen que facilitar el proceso de fijación de objetivos, seguimiento y su cumplimiento. Los indicadores dependerán del modelo o la herramienta de valoración que se elija para su tratamiento y cuantificación. Tienen que ser relevantes, obtenidos puntualmente en el tiempo y que se basen en información de calidad. Las fuentes de los mismos pueden proceden de los registros económicos de la empresa, de cuestionarios valorados, etcétera.

Tareas del Controller en la medición del capital intelectual

El Controller, aplicando las herramientas tecnológicas que permiten los cálculos para la valoración del capital intelectual, y adaptando los sistemas de información empleados de forma habitual en la empresa, con su sólido conocimiento de la misma tiene que:

  1. Identificar, definir, documentar y priorizar los activos intangibles.

  2. Determinar una medición o valoración de los mismos.

  3. Estudiarlos para mejorar su estructura incrementándolos o renovándolos, ver cuáles mantener y cuáles desarrollar en el medio y largo plazo.

  4. Analizar la eficiencia y rentabilidad con la que se gestionan, ver si es la adecuada para desarrollar ventajas competitivas que permitan diferenciarse y crear valor.

  5. Conocer de manera periódica cuál es la evolución de los mismos para poder gestionarlos o reconducirlos, diseñando indicadores básicos como herramientas de medición.

  6. Evaluar la realización de inversiones en los mismos, ya sea en recursos tecnológicos, humanos… favoreciendo el cambio que conlleve un incremento de valor de la organización.

  7. Establecer cuál es el verdadero valor de la empresa.

El criterio del Controller determinará la elección de los indicadores más convenientes para la medición del capital intelectual. Lo hará en función del modelo de cálculo que use, ya que la mayoría de los casos están asociados a la estrategia corporativa de la entidad.

Además comprobará si la mala gestión incurre en costes como, por ejemplo, las pérdidas en la productividad, el empeoramiento del clima laboral o la cancelación de contratos importantes. Costes que, sin un valor exacto a priori, se debe intentar estimar su efecto. Así se podrán aportar nuevas visiones estratégicas y una disminución en los riesgos de inversión.