Mucho se ha escrito sobre la importancia de las pequeñas y medianas empresas en el tejido empresarial español. Pero en la economía española contamos con un activo de gran relevancia, como es la empresa familiar, cuya aportación por menos conocida no deja de ser sorprendente. Las estadísticas que maneja el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) señalan que el 89% de las empresas de nuestro país son negocios familiares. Y, en ellas, el papel del Controller puede ser crucial.

Generadoras de empleo

La institución que las aglutina defiende que este tipo de compañías son el mayor generador de empleo en nuestro país. Y lo acredita con cifras incontestables: actualmente crean el 67% del empleo privado, lo que representa más de 6,58 millones de puestos de trabajo. Su aportación al PIB del sector privado alcanza el 57%.

En el entorno europeo, se estima que existen 17 millones de negocios familiares, un 60% de su tejido empresarial. Y si consideramos su importancia a nivel global, constituyen dos tercios de los negocios en todo el mundo y representan entre el 70% y el 90% del PIB global cada año.

Cambio generacional, el gran reto

Para que una empresa sea considerada familiar debe cumplir tres condiciones: la familia es propietaria del negocio, desempeña labores directivas y ejecutivas y existe una vocación de continuidad en el tiempo. Esta última, la continuidad y supervivencia familiar, es decir, la voluntad de garantizar el sustento de futuras generaciones, el ‘temido’ cambio generacional, es el gran reto al que se enfrentan estos negocios. Las cifras ponen de manifiesto que la mitad de ellos desaparece en la segunda generación y que su esperanza de vida media se sitúa en 17 años.

Según el Instituto Valenciano para el Estudio de la Empresa Familiar, solo el 12,5% de las empresas españolas ha conseguido llegar a tercera generación (frente a un 44,2% que se hallan en segunda generación) o a un 45,7% que aún está en la primera. Las empresas que están en la cuarta generación apenas alcanzan un 2,6%.

Otros desafíos pendientes

Además de las dificultades de sucesión, las empresas familiares tienen que afrontar otras preocupaciones como son el descenso de la rentabilidad, la falta de gobierno, la inexistencia de controles de gestión, la retención del talento, la incertidumbre política, el aumento de la competencia, el aumento de los costes laborales, la posibilidad de entrar en nuevos mercados, la internacionalización de la empresa y la mejora en la innovación. Sin embargo, la profesionalización y la sucesión siguen siendo los grandes retos para esta tipología de empresas.

La aportación de valor del Controller

¿Cómo puede el Controller aportar valor para mejorar estos retos? Sin duda, aquí puede jugar un papel fundamental si entre sus competencias habituales incluye la especialización en:

  • El control y gestión del modelo donde interactúan los tres sistemas de una empresa familiar: la propiedad, la empresa y la familia.

  • Interpretar y resolver problemas en el entorno particular de la empresa familiar. Adoptar y promover actitudes y comportamientos por parte de los miembros.

  • Controlar eficientemente empresas familiares, en entornos complejos y dinámicos, mediante el apoyo en la definición y elaboración de planes estratégicos, que sean sostenibles económica y socialmente.

  • Elaborar un protocolo familiar y adaptarlo a las características y cultura concreta de la empresa.

  • Promover el potencial innovador.

  • Atraer, desarrollar y retener el talento de los profesionales, familiares o no, mediante una gestión por valores.

En definitiva, la formación del Controller y su Certificación CCA® deben ampliar materias en el ámbito del control y desarrollo futuro de las empresas familiares.

En la infografía se destacan las principales competencias que debe adquirir el Controller para aportar valor al segmento empresarial que, hoy por hoy, es el más numeroso en nuestro país.

Infografía: Nuevas competencias donde el Controller puede aportar valor en las empresas familiares